Lo que (y como) Juan habla de Pedro, dice más de Juan que de Pedro.


Lo que (y como) Juan habla de Pedro, 


dice más de Juan que de Pedro.


    Hoy, con esta frase, quiero abrir mi blog. Una publicación que traiga ecos, ecos que nos hagan pensar.
    Desde siempre me gusto escribir, y hoy puedo encontrar el lugar para hacerlo desde mi hermosa profesión, que por suerte me enseña a ser más humana cada día de mi vida -o a intentarlo-.
    Pero, ¿Qué es ser más humano cada día?. A veces pienso que ser humano tiene un 85% que ver con ser empático, pensar en el resto y en cómo afectamos, positiva o negativamente, con los propios accionares a los otros.

    Académicamente, la empatía es definida, como la capacidad de la persona para dar respuesta a los demás teniendo en cuenta tanto los aspectos cognitivos como afectivos, tomando u
na perspectiva tanto racional como emocional respecto al resto y no solamente pensando desde la posición propia. Carl Rogers(1951), la define, más claramente como “sentir las emociones de otro, como si fuera ese otro”.

    A lo largo de la vida, el camino nos va cruzando con toda clase de seres, algunos empáticos, y otros ni siquiera saben de qué se trata la empatía porque nunca la experimentaron.

    Ahora bien, que tiene que ver el título con esto. Para desarrollarlo hoy quiero usar una mezcla de experiencia propia y ajena, hablando un poco de (el doble discurso que traen consigo mismo) algunos, que buscan preservarse hiriendo a los otros.

    En mi acotado contacto con la realidad personal y profesional, he notado que existe una gran cantidad de agregados culturales (sujetos, humanos) que solamente buscan sabotear los recorridos o trayectorias de los demás. Navegando, por ahí, leí muchas experiencias de personas que se debieron enfrentar en su vida con otras (personas) que de alguna manera manipulan la vida  creyendo que tienen derecho a opinar, criticar, juzgar o incluso a aseverar cómo debe o debió haber hecho las cosas su vecino, su hermano, su amiga, su pareja, el ex, su mamá, el presidente, la ex esposa del marido, su jefe, etcétera. Nadie dice, que esto no pueda aportarnos. Ejercer críticas muchas veces pueden resultar constructivas, pero, creo que es el modo o el fin con el que lo hagan, el que determina no solo el sentimiento que le genera a cada uno que recibe lo dicho (efecto afectivo, cognitivo y conductual), sino la clase de persona en la que se comienza a convertir quien suelta esos discursos.

    En un mundo, donde el capitalismo nos ata continuamente, la competitividad, la búsqueda del protagonismo y el individualismo feroz prima: hablamos de los demás y extendemos ideales supremos sobre cómo debe vivir, reaccionar o pensar, porque no podemos centrarnos en nosotros mismos y necesitamos del resto. Algunos son buenos para ver los errores o fallas en los demás pero ciegos cuando se trata de las propias falencias. Siempre andan ahí, buscando que pueden tomar, haciendo recortes o inclusive formando contextos nuevos para manchar. ¿Qué querrán tapar?


    Foucault habló del poder del discurso: "en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, (...)van de la sociedad y la voluntad de poder, al deseo y a la moral; pasando por el prejuicio, y la costumbre."
Pero, lo que tendríamos que preguntarnos es: ¿quién es el dueño de la verdad?. No existen verdades únicas con las que puedan venir a digitar el mundo, sino diferentes perspectivas y puntos de vista, que se decidirán respetar o no.

    Cerrando, “no hay peor juicio que aquel que se hace sin conocimiento (...) que además se externa con las personas equivocadas”

    Tenemos que aprender, que en esta vida, lamentablemente está minado de los que buscan criticar en vez de enseñar, los que quieren señalar en vez de conocerte primero, los que quieren hablar pensando en dañarte con alguna palabra filosa.

    Para eso debemos ser inteligentes, inteligentes emocionales: identificar cómo nos hace sentir, y evaluar en calidad de qué aportan a nuestra vida esos accionares. La idea no es ser perfectos, es seguir aprendiendo, todos podemos errar y equivocarnos, pero podemos reconocerlo, podemos ir por ese camino del aprendizaje.

    Hay que ir aprendiendo, aprendiendo a hablar aquello que nos lastima, o a callarnos cuando no hace falta hablar. A reconocer el efecto que puede tener en el otro lo que hacemos o decimos, identificando cuándo lo que voy a decir no suma ni para el resto ni para mí mismo. Si bien, el sujeto humano siempre busca generar una acción reacción, debemos saber registrar qué nos va a aportar a nosotros este gasto emocional del enfrentamiento, y en qué nos sumaría, en el mejor de los casos, el llamarnos al silencio.


"No hay escapatoria cuando en nuestro camino aparecen personas con la boca y la soberbia más grandes de lo normal. Pero si llegan será por algo, nos harán juiciosos, inteligentes y pacientes, porque resulta que ese tipo de seres vivientes con los que de alguna manera tenemos una relación…parece que vinieron a este mundo a dos cosas: hablar y regarnos para seguir creciendo."

   En esta trayectoria, busco que todo sume, y abro este espacio, para seguir sumándome a mí misma, y ojalá a los demás. Seguramente, me relea luego, y encontraré errores, pero de eso se trata, de reconocernos, con el valor que siempre tenemos. Y, ojalá todos aprendamos a reconocer el efecto de las palabras, para cada día, hacer un mundo un poquito menos cruel.

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